domingo, 25 de noviembre de 2012

“El Fuego envuelve tu nombre” y la queimada.


Mi máxima es que las situaciones planteadas en una novela no solo tienen que ser reales, sino también parecerlo. Y con esto me refiero a que deben ser verosímiles. Tanto si pertenecen a la realidad actual cotidiana (negra o frívola), como a épocas pasadas o futuras, o a mundos mágicos, solo posibles en la ficción, es necesario que el lector o lectora crea en su existencia.
Al escribir, muchos de nosotros, nos basamos en experiencias propias, que adaptamos y adornamos para una situación concreta que han de vivir nuestros personajes. Este es el caso de una escena de “El Fuego envuelve tu nombre”, a la que hoy me interesa hacer referencia.
Hace años, era típico en Galicia terminar una cena o una juerga, tanto de jóvenes como de mayores, con una queimada. Se celebraba por la noche, con las luces apagadas. Yo asistí a muchas, algunas en casa de mis padres. Otras, con amigos.

Amanda Cunha y Rafael Herrera, los personajes principales de esta novela mía, recuerdan en un momento dado, una  queimada celebrada en la finca familiar de Moledo (Portugal):
 

Por unos instantes, (él) fijó  la mirada en la cesta colgante, cubierta por aquel encaje blanco rosáceo de pétalos.

(Fue) una noche lejana. La última de su estancia. Habían cenado al aire libre, como de costumbre, y al final hecho una queimada. Alguien había apagado las luces del jardín. Tan solo la luz de la luna iluminaba el lugar. Las llamas azuladas del licor ardiente bailaban. Se convulsionaban en la interior de la inmensa olla de barro. Producían efectistas coloraciones sobre los rostros que se agrupaban a su alrededor. Se había creado el ambiente idóneo para atraer a los espíritus que vagaban sin descanso por los alrededores. Al menos eso era lo que contaba con voz impostada el payaso de Marcos, acompañando su narración con dulces melodías a la guitarra. El abuelo, en su papel de brujo, no cesaba de remover el licor al tiempo que recitaba el Conxuro da queimada con voz profunda y tétrica.

Foqui, ven, acércate. Cántanos una de tus canciones —había insistido el botarate.

La imagen de la chiquilla gordita de piel morena, de pelo negro ensortijado y ojos tímidos se le presentó ante sus ojos, tan viva como entonces. Se había acercado al grupo con prevención. Todos guardaron silencio. Cada uno ensimismado en la magia de la noche, saboreando la ardiente bebida dulzona. Una voz profunda, cálida como la brisa estival que soplaba aquellas noches desde la Serra de Arga, había entonado una canción. No sabía lo que decía la letra. Era portugués. Pero seguía vivo el sentimiento que le había transmitido. Nostalgia. Profundo deseo. Desgarro.

Ella recordaba el fado. Era la Cançâo do mar, de Amalia Rodrigues, su favorita. A luz sem par/do teu olhar tâo lindo, decían dos versos.

                                   El Fuego envuelve tu nombre, de Lydia Leyte
La Máquina China Editorial, 2011


 


Praia de Moledo, entre caminha y Vila Praia de Ancora

Aunque el origen de la queimada es incierto (algunos se empeñan en decir que es celta, cuando en aquella época no existía el alambique, aparato para destilar el aguardiente, traído por los árabes a la península,), lo más probable es que haya nacido en época medieval, hacia los siglos XII /XIII.

Los ingredientes básicos son aguardiente (un destilado de la uva de la uva con unos 40º de alcohol) y azúcar.
 
 
 
 

Modo de hacerlo: en un pote de barro profundo se vierte por cada litro de aguardiente de 100 a 120 gr. de azúcar (dependiendo de los golosos que seamos). Algunos añaden cáscara de naranja o limón, e incluso granos de café. Se revuelve toda la mezcla. Con un cucharón se coge un poco del líquido azucarado y se prende fuego. En cuanto empieza a arder, se vuelca el contenido con cuidado en la olla, hasta que prenda el líquido. Mientras se quema el alcohol, se va revolviendo de tanto en tanto con el cucharón, al tiempo que se recitan las palabras mágicas: O conxuro, o esconxur, da queimada (el Conjuro de la queimada). Debe arder hasta que se apague por sí sola. Se bebe caliente, a pequeños sorbos, sintiendo como poco a poco penetra el resto de alcohol azucarado en el cuerpo. ¿Peligrosa? Un verdadero peligro. Entra que da gusto. Y, cuando te das cuenta, ya no te puedes levantar. Si se ha bebido demasiado, el dolor de cabeza del día después, es inolvidable.

En teoría, la preparación estaba destinada a apartar los malos espíritus y las maldiciones que las meigas echaban a hombres y mujeres. Era, por tanto una protección contra maleficios, y con cierto poder curativo. De ahí que mientras se realizaba el ritual, se musitasen conjuros.
 
 
 

El actual ritual de la queimada es relativamente reciente. El famoso esconxuro (conjuro) nació en Vigo en los años sesenta del pasado siglo. Y fue Tito Freire, alfarero de Mondoñedo, quien ideó allá por los cincuenta, el pote de barro sobre cuatro patitas, en el que se quema el alcohol, y los vasitos en los que se degusta.

O esconxuro da queimada lo recita el "brujo", al tiempo que se quema el alcohol y se carameliza el azúcar:

 
En gallego
Mouchos, coruxas, sapos e bruxas;
demos, trasnos e diaños;
espíritos das neboadas veigas,
corvos, pintegas e meigas;
rabo ergueito de gato negro
e todos os feitizos das menciñeiras...

Podres cañotas furadas,
fogar de vermes e alimañas,
lume da Santa Compaña,
mal de ollo, negros meigallos;
cheiro dos mortos, tronos e raios;
fuciño de sátiro e pé de coello;
ladrar de raposo, rabiño de martuxa,
oubeo de can, pregoeiro da morte...

Pecadora lingua de mala muller
casada cun home vello;
Averno de Satán e Belcebú,
lume de cadáveres ardentes,
lumes fatuos da noite de San Silvestre,
corpos mutilados dos indecentes,
e peidos dos infernais cus...

Bruar da mar embravecida,
agoiro de naufraxios,
barriga machorra de muller ceibe,
miañar de gatos que andan á xaneira,
guedella porca de cabra mal parida
e cornos retortos de castrón...

Con este cazo
levantarei as chamas deste lume
que se asemella ao do inferno
e as meigas ficarán purificadas
de tódalas súas maldades.
Algunhas fuxirán
a cabalo das súas escobas
para iren se asulagar
no mar de Fisterra.

Ouvide! Escoitade estos ruxidos...!
Son as bruxas que están a purificarse
nestas chamas espiritosas...
E cando este gorentoso brebaxe
baixe polas nosas gorxas,
tamen todos nós quedaremos libres
dos males da nosa alma
e de todo embruxamento.

Forzas do ar, terra, mar e lume!
a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder
ca humana xente,
limpade de maldades a nosa terra
e facede que aquí e agora
os espiritos dos amigos ausentes
compartan con nós esta queimada.
En castellano
Búhos, lechuzas, sapos y brujas;
Demonios, duendes y diablos;
espíritus de las vegas llenas de niebla,
cuervos, salamandras y hechiceras;
rabo erguido de gato negro
y todos los hechizos de las curanderas...

Podridos leños agujereados,
hogar de gusanos y alimañas,
fuego de la Santa Compaña,
mal de ojo, negros maleficios;
hedor de los muertos, truenos y rayos;
hocico de sátiro y pata de conejo;
ladrar de zorro, rabo de marta,
aullido de perro, pregonero de la muerte...

Pecadora lengua de mala mujer
casada con un hombre viejo;
Averno de Satán y Belcebú,
fuego de cadáveres ardientes,
fuegos fatuos de la noche de San Silvestre,
cuerpos mutilados de los indecentes,
y pedos de los infernales culos...

Rugir del mar embravecido,
presagio de naufragios,
vientre estéril de mujer soltera,
maullar de gatos en busca gatas en celo,
melena sucia de cabra mal parida
y cuernos retorcidos de castrón...

Con este cazo
elevaré las llamas de este fuego
similar al del Infierno
y las brujas quedarán purificadas
de todas sus maldades.
Algunas huirán
a caballo de sus escobas
para irse a sumergir
en el mar de Finisterre.

¡Escuchad! ¡Escuchad estos rugidos...!
Son las brujas que se están purificando
en estas llamas espirituales...
Y cuando este delicioso brebaje
baje por nuestras gargantas,
también todos nosotros quedaremos libres
de los males de nuestra alma
y de todo maleficio.

¡Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego!
a vosotros hago esta llamada:
si es verdad que tenéis más poder
que los humanos,
limpiad de maldades nuestra tierra
y hacer que aquí y ahora
los espíritus de los amigos ausentes
compartan con nosotros esta queimada

domingo, 18 de noviembre de 2012

“Las Hijas del mar” y la playa de A Lanzada


I

Treinta años atrás

La luna llena se fragmentó en polvo dorado y se diluyó en la luz lechosa del alba.

Fue entonces cuando las tres jóvenes casadas recorrieron desnudas el vasto arenal de La Lanzada camino del mar.

Se adentraron en el agua formando un solo cuerpo, un solo espíritu. Llevaban una única intención. El deseo sublime de ser madres. Saltaron a un tiempo la primera ola, la segunda, la tercera… y así hasta siete, según mandaba la tradición. Después, permanecieron estáticas con los pies bien asentados en el fondo marino, abrazadas en un círculo perfecto. Cuando una ola gigante las cubrió, Nereo, el dios de la espuma de las olas, fecundó sus cuerpos.

Siete meses más tarde nacieron tres criaturas humanas. De su padre Nereo heredaron la ecuanimidad. De sus hermanas, las Nereidas, la belleza, pero también la bondad de corazón. Y de los humanos, la generosidad y la entrega.

Sin embargo, no todos los habitantes del Templo de los Mares se mostraron conformes con este nacimiento. Dos espíritus, tan malignos como hermosos, con torso de mujer y cuerpo de ave, se rebelaron contra el dios y pusieron en duda su poder. Nereo logró contenerlas, y desterrarlas de por vida a las islas Cíes, que guardan la entrada de la Ría de Vigo. Y ellas, clamaron venganza. (Fragmento de Las Hijas del mar, de Lydia Leyte)

Así comienza Las Hijas del Mar, mi relato premiado para formar parte de “Romance paranormal. Antología Escribe Romántica”, editado por ese blog, tan implicado en la narrativa romántica, a través de Editora Digital (descarga gratuita).


 

  Portada de Helena Pérez-Mejías

         Los relatos debían estar basados en una leyenda tradicional o popular del país de los autores participantes. Yo elegí una que me gusta de manera especial y que es muy conocida en el sur de Galicia:El baño de las nueve olas.

De esta, hay muchas versiones que giran alrededor del mismo tema: los ritos de infertilidad. En ella se mezcla, casi diría se imbrica, el paganismo con la religión, hasta no saber dónde comienza uno y termina el otro.

La leyenda

Una de estas versiones cuenta que las mujeres infértiles deben acudir a la Romería de la Virgen de A Lanzada el último fin de semana de agosto. En la medianoche del sábado al domingo tienen que bañarse en el mar, y saltar las olas, nueve pero contando desde dos (o sea, siete olas). Al amanecer acuden a la ermita de la Virgen de A Lanzada y barren alrededor para ahuyentar todo tipo de meigallos (mal de ojo y demás hechizos malignos). Realizan una ofrenda a la Virgen de A Lanzada y después de la misa acuden a la procesión donde se pasea la imagen  vestida con sus mejores galas.

Otra cuenta que una vez saltadas las olas, las mujeres deben acostarse sobre una piedra plana llamada la “Cama de la Virgen”, justo al lado del mar, en el plano inferior de la pequeña ermita.

 

La ermita

La diminuta ermita está situada en un roquedo desde el que se domina la playa más grande de Galicia, un inmenso arenal en forma de arco. Según parece la actual del siglo XII fue construida sobre los restos de una antigua necrópolis de la cultura castreña. Sobre esta última se levantó una fortificación para detener el ataque de viquingos y normandos a las costas gallegas y evitar que llegaran a Santiago y al sepulcro del Apóstol.
 
 
 
 La playa
Situada en El Grove (Pontevedra) es un arenal en forma de arco de unos 2,5 kilómetros de longitud, delimitado por dunas y rodeada de una entorno paradiasiaco. Pertenece al espacio natural protegido de la Red Natura 2000. En los últimos tiempos se ha convertido en un lugar de encuentro de los aficionados al surf, así como al windsurf y kitesurf, debido a las frecuentes rachas de viento.
 
 

 

Una comida que no puede faltar:

Mejillones al vapor
 

receta de Mejillones al vapor
                           

En la zona de El Grove son famosos los pescados y mariscos. El mar está plagado de mejilloneras. Un plato sencillo para degustar son los mejillones al vapor. Más fácil, imposible. Doy cantidades aproximadas, todo depende de las ganas de comer que tengamos.

Para 2 personas:
 De medio kilo a 1 kg de mejillones gallegos (esto es esencial, su sabor es incomparable) con su concha
Un litro de agua con un buen puñado de sal gorda
una hoja de laurel (opcional, en casa no la solemos echar)
limón

Se limpian las conchas raspando una con el filo de la otra
Se pone el agua con la sal, y el alurel, en una olla amplia. Se echan los mejillones y se dejan hervir (cuidado que no se escape el agua). En cuanto empiecen a abrir , se dejan un par de minutos y se sacan a una fuente plana.
Se sirven, con un poco de limón exprimido sobre la carne.
Acompañar de un blanco gallegos: albariño o Godello.